En un bol, disuelve la levadura de cerveza en la leche tibia.
Luego, agrega los huevos, el azúcar y la vainillina a la mezcla de leche y levadura.
Añade la harina, la sal y la mantequilla derretida a la mezcla. Mezcla bien hasta obtener una masa suave y ligeramente pegajosa.
Cubre el bol con un paño o envoltura de plástico y deja reposar la masa durante un par de horas, o hasta que haya duplicado su tamaño.
Después de que la masa haya levantado, extiéndela en una superficie enharinada y forma las rosquillas a tu gusto. Pueden ser clásicas con un agujero en el centro o rellenas.
Deja que las rosquillas reposen nuevamente durante unos 90 minutos para que aumenten de tamaño.
Calienta suficiente aceite en una sartén profunda o freidora a una temperatura de aproximadamente 180°C (350°F).
Fríe las rosquillas en el aceite caliente hasta que estén doradas por ambos lados. Asegúrate de darles la vuelta para que se cocinen de manera uniforme.
Retira las rosquillas fritas y colócalas sobre papel absorbente para eliminar el exceso de aceite.
Finalmente, mientras las rosquillas aún están calientes, pásalas por azúcar para que queden cubiertas con una capa dulce y deliciosa.